sábado, 23 de abril de 2016

Bienvenidos

Sean Bienvenidos todos!
Sean Bienvenidos todos!
Todos los seres humanos heredamos de Adán la tendencia al pecado, la cual al crecer alejados de Cristo, se nos refuerza. Son pecados: mentir, odiar, envidiar, maldecir, difamar, murmurar contra otros, el egoísmo, cometer actos sexuales impuros, fornicar (sexo fuera del matrimonio), homosexualismo, lesbianismo, el adulterio, hurtar, matar, no honrar a nuestros padres, adorar a ídolos e imágenes (idolatría), así como ignorar la autoridad de Dios. Por cualquiera de ellos y en cualquier medida y proporción, somos pecadores ante Dios, por muy buenas personas que seamos y buenas obras que hagamos.

Dios es amor. "De tal manera amo Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:16). Si se conmueve nuestro corazón al comprender el sufrimiento y sacrificio de sangre de Jesucristo, hasta morir en la cruz en lugar nuestro, podemos ser sanados de nuestra irresponsabilidad ante el pecado. Para nosotros es imposible apartarnos del pecado, pero al tener a Jesús en espíritu y en verdad en nuestro corazón como Salvador, su Espíritu Santo nos da la fuerza, paciencia y sabiduría necesaria para apartarnos del pecado y salvar nuestra alma inmortal de la muerte eterna. Porque ese será el castigo para los hallados culpables en el Juicio que Dios hará a justos e injustos después de la muerte física.

Jesucristo, en su condición de hombre y Dios a la vez, tuvo la misericordia de acatar la voluntad del Padre y entregarse en sacrificio, para salvarnos. El predicó al pueblo la necesidad de seguirlo para alcanzar la salvación. "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí" (Juan 14:6). Él enseñaba que toda la Ley era resumida en las dos más importantes: "Amaras al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente" y "amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Mateo 22:37-40).

Jesús fue golpeado, escupido, humillado. Coronado con espinas tuvo que cargar con una pesada cruz de madera hasta el lugar del sacrificio, donde lo clavaron en ella por manos y pies. Tuvo sed y le dieron a beber vinagre. Finalmente en carne viva murió, en extrema agonía. En él se cumplieron todas las profecías de las Sagradas Escrituras que desde 1400 años antes de nacer Jesús decían,  refiriendose a nuestro Mesias, cómo, cuándo y dónde iba a nacer, hacer milagros, morir y resucitar al tercer día. Si inicialmente sus discípulos llenos de pavor huyeron temiendo por sus vidas, para no ser apresados como su Maestro; a las pocas semanas de verlo, escucharlo, tocarlo para comprobar que no era un fantasma y compartir con él su comida, se lanzaron a cumplir la última orden de su Maestro: "Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura" (Lucas 16:15). Con gran valentía predicaban en tribunas ante multitudes, el Evangelio de Cristo, sin miedo a la muerte que sabian que recibirían por seguirlo, con una poderosa e inmortal fe en Él. Esta es la fe que vence el miedo a la muerte. Esta es la fe en nuestro Señor Jesucristo.

No es necesario que sufras para ser salvado de tus pecados. Por el contrario, es el pecado el que trae el sufrimiento, pues nos aparta del Espíritu de Dios. Si reconoces ante ti mismo que eres un pecador, pero te arrepientes y deseas seguir con fe y en verdad a Cristo y apartarte del pecado, lee esta confesión de fe CON VOZ AUDIBLE, donde no puedas ser molestado pues "Con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación" (Romanos 10: 10). También puedes repetirla, guiado por una persona instruida en la fe en nuestro Señor Jesucristo.

Dios mío, te pido me perdones, pues soy un pecador, pero me arrepiento de todos mis pecados y aunque no me merezco tu perdón, sé que tu Hijo Jesucristo sufriendo en la Cruz, pagó mi salvación, pues compró con su preciosa sangre, mi alma arrepentida. Gracias Padre.



Señor Jesucristo, sé que naciste, viviste, moriste y resucitaste al tercer día, para darnos fe de ti y de Dios y alejarnos del mal. Te pido por favor que entres en mi corazón a morar en él y seas mi Dueño y Salvador. Límpiame de todo pecado con tu preciosa sangre y permíteme estar en comunión con el Espíritu Santo de Dios para ser transformado al nacer de nuevo, en espíritu. Por favor escribe mi nombre en el Libro de la Vida. Gracias mi Señor. Amén.


Nuestra Iglesia Bautista "Buenas Nuevas"
Iglesia Bautista "Buenas Nuevas" de Miami, Florida, USA.