martes, 7 de junio de 2016

Paz en la Tormenta

"La tormenta en el mar de Galilea". Rembrandt, 1633
"La tormenta en el mar de Galilea". Rembrandt, 1633

¿Quién no se ha maravillado al observar un diminuto insecto, un ave estridente, o la lejana estrella que bordea el infinito? Vivimos en un mundo lleno de maravillas, y de impresionantes retos, donde la flor de romerillo nos recuerda a Cuba y el olor del café a las mañanas de nuestra infancia, hermanadas con las tardes que nos esperan presurosas.
Al observar en silencio la vida, nos llena un sentimiento expectante de: "¿Ahora qué pasara? Todo está demasiado quieto". La vida no es así, es movimiento y algo de broma dentro de mucho esfuerzo y lucha por sobrevivir. Cuando muchos años nos llenan las ganas de volver a ser niños y cuando ya vemos la vida un poco desde lejos, sabiendo que el tramo que nos queda es menor que el que recorrimos, es cuando recordamos que al principio fuimos escogidos para pasar por este espinoso jardín y es cuando pensamos poco a poco en volver al principio y muy abruptamente a veces, pensamos en el infinito.
¿Qué es el infinito? ¿Queda para nosotros la eternidad? Somos un cuerpo donde nuestra alma y nuestro espíritu día tras día forcejean entre sí, y en contra de ese recipiente de barro que en cualquier momento se rompe o se agrieta.
Los cristianos tenemos la convicción de que después de morir seremos juzgados por Dios por nuestras obras y por la fe en Cristo, nuestro Señor, seamos premiados o no, siempre tendremos la eternidad asegurada. Pero; ¿qué de aquellos que atrás quedan en el camino y jamás veremos? ¿Dónde podremos llenar de paz y sosiego los corazones sino en la fe en Cristo? Cuando amanece y oramos, y nuestra paz nos entrega el ritmo diario de fe para la lucha con sosiego, recordamos, si somos justos, que nuestra vida apenas nos alcanza para sentirla mientras se nos escapa, casi sin darnos cuenta de ello. Decimos nuestra vida, porque es la única que conocemos y porque es la nuestra, pero sabiendo que hay otra en Cristo Jesús que nos espera después de que este recipiente de barro se haya agrietado y roto, dejando salir nuestra alma y nuestro espíritu eterno hacia nuestro Dios.
En nuestro orar damos gracias a nuestro Padre por esta vida que nos regaló con un solo propósito, poder conocerlo desde nuestra perspectiva humana y amarlo y dar testimonio de su grandeza desde nuestra vasija de barro, que nos mantiene en prisión hasta ese glorioso día para nosotros que será de tristeza para los que queden mirando nuestra partida sin regreso a ellos.
¿Qué es más fácil decir: te quiero mucho o ven que te voy a explicar cómo todo no está perdido aun para ti y tienes una esperanza después de que creas que ya la has perdido toda definitivamente y sin remedio?

La teoría evolucionista continuará tratando de cortar las alas de nuestras almas de colibrí y de enterrarnos en una jaula de simios para que en el futuro podamos probar el dolor de ya no tener ni gota de fe, pero yo seguiré creyendo en mi Dios, y en mi Jesús, mi roca firme, el que levanta cada día mi cabeza y me llena de su luz en la mañana y en las tardes y noches, desprendiendo el sopor de la desesperanza, llenándome de paz en la tormenta.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario