martes, 31 de mayo de 2016

La Fe

Triumph of Faith over Idolatry, by Jean-Baptiste Théodon (French, 1646–1713). Church of the Gesù, Rome, Italy.

La palabra "Fe" deriva del término latino "fides" y permite nombrar a aquello en lo que cree una persona o una comunidad. Cuando alguien dice: "… ¡ver para creer! …" demuestra su incredulidad con respecto a algo. La antítesis de este comentario sería, "tengo una fe ciega en esto o lo otro…" usándose el epíteto "ciega" para una fe que, sin necesitar ver, existe y por tanto cree, ya sea en una persona, una cosa, o un suceso.

Pero la Palabra de Dios en Hebreos 11:1 nos muestra la más bella, completa y perfecta definición: 
"Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve". 
Clasificándola como invisible y relacionándola con el futuro, ella nace y se alimenta espiritualmente de nuestra relación directa con Dios y con su Palabra. La cual nos eleva sobre nuestras posibilidades y nos permite disponer de las posibilidades de Dios. La Fe nos da la sabiduría, paciencia y fuerza espiritual necesaria para discernir, resistir y vencer las dificultades, al conectarnos con el poder invisible, eterno e infinito de Dios y de su Palabra.

Del pueblo hebreo, dice la Biblia: 
"Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que la hay, y que es galardonador de los que los que le buscan". "Por la fe pasaron el Mar Rojo como por tierra seca; e intentando los egipcios hacer lo mismo, fueron ahogados". "Por la fe cayeron los muros de Jericó después de rodearlos siete días". Hebreos 11:6, 29, 30.

Y el Rey David cantó:
"Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová en la tierra de los vivientes". Salmos 27:13.
La convicción de no tener el control de lo que sucede en nuestras vidas y a nuestro alrededor, asusta o remite a ira. Se amarga quien no obtuvo respuestas y se vuelve enemigo de Dios o manifiesta con incredulidad que no existe o que no se puede probar su existencia. Buscamos siempre respuestas que nos digan de dónde vinimos, quiénes somos, y a dónde vamos. No será nunca pensando "ver para creer" como las encontraremos, sino que primero tenemos que creer para después poder ver manifestada la gloria de Dios.

El temor es el más grande enemigo de la fe. Las cosas que vemos en nuestro mundo y pueden atemorizarnos, son temporales y tan materiales que lastran toda espiritualidad. Si no leemos la Biblia, descubriendo a Cristo cargando nuestra cruz y en agonía amando, perdonando y muriendo por nosotros; no obtendremos nunca la Fe y menos aún las respuestas que buscamos. Muchas veces el sentir un vacío dentro del alma, sufrir de depresión, o mantener una constante ansiedad, es la más grande confirmación y consecuencia de vivir una vida sin fe en nuestro Creador.



domingo, 22 de mayo de 2016

Perdón y Rencor


Sabiendo que perdón es el acto de perdonar, o sea, solicitar u otorgar a alguien la remisión de una falta; y sabiendo que rencor es el sentimiento de hostilidad o gran resentimiento hacia una persona a causa de una ofensa o un daño recibidos; ¿Cuál sería nuestra respuesta al preguntársenos si sabemos perdonar?

Si nuestra respuesta es sí, es muy probable que tengamos más posibilidades de vivir una vida saludable y equilibrada física y mentalmente. Pero si contestamos que no, debemos al menos estar conscientes que el rencor que guardamos por lo que se nos ha hecho, lo guardamos POR otra persona, pero desgraciadamente lo guardamos EN y PARA nosotros mismos.

Está comprobado científicamente que las personas que poseen la capacidad de perdonar viven una vida más saludable que aquellas que no lo hacen con facilidad. El rencor que siente una persona que no perdona, afecta su sistema nervioso y por consiguiente todo su organismo de múltiples formas. Es imposible imaginar feliz a una persona con rencor.

Ese rencor puede transformarse con el tiempo en odio y deseos de venganza. Alguien dijo que el odio era el veneno que una persona se tomaba con la esperanza de matar a otra. El rencor más injustificado de todos es el que surge por envidiar a otra persona.

Tal vez un día seremos nosotros los que pidamos perdón a alguien, pues después de todo no somos perfectos y no siempre tenemos la razón. Perdonarnos a nosotros mismos es algo necesario, si ya les pedimos perdón a Dios y a la persona que dañamos.

Cuando padecimos un dolor físico, recordamos una experiencia desagradable que tuvimos en la carne. Pero cuando sentimos rencor por una persona que aún no hemos perdonado, ese recuerdo vivo y doloroso en nuestra alma puede crecer allí como un monstruo. ¿Por qué lastimar nuestra alma cuando podemos perdonar y arrojar fuera a ese monstruo?

Jesucristo al ser preguntado en una ocasión por sus discípulos si se debía perdonar al hermano siete veces, respondió: “No te digo siete, sino setenta veces siete”. Estando clavado en la cruz, en agonía de muerte, rogó a su padre: “Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen”.



Aunque nunca nos pidan perdón, por amor a Dios y a nosotros mismos, perdonemos, para poder disfrutar la bondad de la paz interior que se manifestará como salud y optimismo. No sea que cómplices del mal y a causa de su obra macabra, terminemos siendo culpables y a la vez víctimas del rencor.

sábado, 14 de mayo de 2016

La Verdad

Alfred Stevens (1817-1875): La Verdad y la Falsedad
Alfred Stevens (1817-1875): La Verdad y la Falsedad

¿Qué es la verdad? Según el diccionario, es la expresión del conocimiento de lo que es o de lo que ha pasado realmente. Según la filosofía, es la proposición lógica o la expresión de un juicio referente a un hecho, estando en correspondencia con el mismo.

¿Cuántas veces en nuestra vida nos hemos preguntado cuál será el camino a seguir para encontrar la verdad ante dos o más planteamientos contradictorios. ¿Quién tendrá la razón? ¿Dónde encontraré la persona perfecta para ese trabajo? ¿Cuál será la mejor oferta? Cada vez que nos hacemos una pregunta, necesitamos la verdad en la respuesta. Como vivimos en un mundo relativo, temporal, transitorio y cambiante, la verdad dentro de él es subjetiva y relativa. Lo que es verdad para mí, no lo es para otros. Lo que fue verdad para alguien hace un instante, en el próximo dejó de serlo.

¿Alguna vez has mirado el cielo estrellado, preguntándote: cómo surgió el universo? ¿Habrá otros mundos como el nuestro? ¿Qué habrá después de la muerte? En estos casos la verdad que necesitamos es la verdad absoluta, por ser estable, inmutable, fiel y perenne. Esa verdad, a la cual los agnósticos le niegan existencia, sólo la podemos encontrar en Dios. En la Biblia está la palabra de Dios, la verdad y el conocimiento que no podemos encontrar ni igualar en este mundo. Fuera de Dios y de su palabra, toda aparente verdad se vuelve subjetiva y relativa.

La Biblia es el primer libro impreso a gran escala en el mundo occidental y el más vendido en todos los idiomas. También es el más cuestionado y atacado por aquellos que no quieren aceptar la existencia de Dios, ni de la verdad absoluta en su palabra. Todo esto sucede porque ellos no rechazan el pecado que consideran bueno y normal, pues satisface los deseos de su carne.

La verdad de la palabra de Dios, por su tanta luz, deslumbra y ciega temporalmente a los que viven en las tinieblas. Ella llega como inesperada espada de luz en medio de la oscuridad, atravesando el alma del pecador y abriendo su corazón para liberarlo del engañoso pecado que lo domina y entonces sanarlo. Dios mando a su Hijo a este mundo para que lo siguiéramos con fe como nuestro único camino a la verdad de su palabra y a la salvación de nuestra alma.

“…Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz”. Juan 18:37.

“Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.” Juan 8:32.

“Yo soy el camino y la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”. Juan 14:16.

No permitas que tu soberbia intelectual te aleje del camino de la verdad y de la vida. . Aunque primero te lastime su luz, por el camino de Cristo la verdad te salvara del mal.

sábado, 7 de mayo de 2016

Alcoholismo vs familia

El alcohol desde tiempos remotos ha estado acompañando al hombre en sus dichas y sus desventuras. Siempre ha sido considerado como el gran consuelo de los abatidos por amor, de aquellos sin esperanza y de los desesperados. Si es cierto que unos traguitos nos alegran, lo cierto es que cuando ya estamos alegres deseamos estar jubilosos.

El alcohol es un depresor del sistema nervioso central. Al principio crea un sentimiento placentero pues eleva el nivel de dopamina en el organismo, pero a su vez inhibe la actividad de la corteza cerebral encargada de la percepción y de mantenernos alertas y alejados del peligro. Interrumpe los procesos de la conciencia y del pensamiento, afectando nuestro comportamiento social.

Fácilmente podemos caer en las garras de su adicción, pues para logar su efecto “tranquilizador” necesitamos una dosis cada vez mayor. Esto puede conducir a intentar probar algo más fuerte aún. Por eso se le considera la puerta de entrada para otras adicciones.

Además de que el alcohol afecta lentamente la totalidad de nuestros órganos y funciones vitales, también crea situaciones imprevisibles de riesgo para la vida o de violencia irracional y fatal, además de los accidentes de tránsito, los cuales casi siempre se relacionan con el alcohol.

La familia, que es el primer núcleo de formación de valores del individuo, a la cual después de Dios debemos darle nuestro mayor respeto y atención, se vuelve disfuncional debido al alcoholismo.

Para algunos niños, una botella de bebida o una simple cerveza es algo trascendental y positivo. Entra en la casa en estuche de regalo en días festivos y se le recibe como a un invitado de honor. Es colocada en la mesa central, acompañada casi siempre de música. Mamá y papá, que son “los que saben”, se alegran al verla llegar porque es algo “bueno y no hará daño a nadie”. Le autorizaron un dedito de cerveza para que lo pruebe en la cena familiar, pues ya tiene 10 años; pero con guardada esperanza desea llegar pronto a los 15 y así los deditos podrán aumentar.

Cuando un menor crece en un hogar donde la bebida es considerada un regalo y no un peligro, ese peligro sin darnos cuenta irá creciendo para su futuro, como un monstruo familiar. Esa es la herencia que le dejaremos, cuando ya no podamos darle marcha atrás al tiempo y retirar del alcance de sus ojos y sus manos esa botella de bebida.



Cerremos la puerta al enemigo solapado en traje de fiesta, siempre al acecho de la paz de nuestro hogar y la salud presente y futura de nuestros hijos. Por amor a ellos, nunca es demasiado tarde.